Debajo de mi piso hay muchas piedras de diferentes tamaños y, un sábado que estaba aburrida, se me ocurrió coger algunas piedras y pintarlas. La piedra de Conil se la compró a mi padre una mujer, que trabaja en uno de los puestos que ponen en el paseo marítimo de Conil, y, a su vez,  ésta se la vendió a un hombre de Alemania. Y ahora me pregunto: ¿Dónde estará mi piedra?
 
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